El gallo de la veleta, recortado en una chapa de hierro que se cantea al viento sin moverse y que tiene un ojo solo que se ve por las dos partes, pero es un solo ojo, se bajó una noche de la casa y se
fue a las piedras a cazar lagartos. Hacía luna, y a picotazos de hierro los mataba.
Rafael Sánchez Ferlosio, Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951)