Incipit come mele

Las lagartijas huelen a hierba

En verano el pelaje verde de la colina y las cachitas del culo de las niñas se ponen prietos y naranjas. En verano el río mengua y a las niñas de pecho plano les despuntan las tetitas lindas, lindísimas, y van creciendo en silencio, redondas, rosas, suaves, mientras el río discurre lentamente, arrastrándose como un torpe reptil, día tras día, y un día, al final de ese verano, cuando el cauce está tan seco y cuarteado como los labios de una vieja, y sólo queda una estrecha lengua de agua con olor a hiel y a algas, las tetitas se convierten en un fruto lujurioso y surcado de venas, cuando en la colina, junto al río, está medrando el espino de ramas erectas y de pinchos recios, y las niñas juegan en las aguas sin cuerpo, junto a los frutos rellenos de pepitas venenosas, y chapotean en el flujo sosegado y fangoso con aspecto de caldo de verdura.

Cristina Sánchez-Andrade, Las lagartijas huelen a hierba (1999)

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